Decía la profesía entre las etnias indígenas de la zona de la baja california que cuando llegara QUIANA, diosa suprema de los mares y la naturaleza (representada con una Mantarraya), a sus tierras, podrían por fin conocer el mundo que los rodeaba y les daría las herramientas para evolucionar culturalmente disfrutando de todas las riquezas prometidas . Eso era lo que interpretaban al ver mensajes en forma de arte rupestre, principalmente de QUIANA quien quedó plasmada en muros dentro de cuevas ubicadas en las Sierras de Guadalupe y San Francisco.

No es hasta una primavera del siglo XVI que ocurrió lo divino. Apareció en las costas del Mar de Cortés por primera vez un fenómeno natural que es único de la región, el Coromuel. Fue una corriente de viento sobrenatural proveniente del suroeste, misma que fue creada por la diosa QUIANA para salir de los mares y volar. La Mantarraya lucía majestuosa, sus movimientos reflejaban la elegancia pura de una deidad. Este hecho mitológico ocurrió en las cercanías de bahía de La Paz, en un lugar que en la actualidad se le conoce por su belleza y riqueza natural y que posteriormente las nuevas culturas adoptaron como la Isla del Espíritu Santo. Junto con ella QUIANA transportaba un barco sosteniéndolo con cuerdas de proa a popa y de babor a estribor, colgando de la punta de sus alas y lo depositó en una marina de La Paz, Baja California Sur, para cumplir el deseo de las tribus de hacer felices a las personas que transporten por las aguas color turquesa y las arenas blanquecinas de las playas que componen su reino.

Este hito marcó el futuro de la cultura californiana y fue así como el barco se bautizó y se ganó el nombre de EL DON, producto de la gracia entregada por la diosa QUIANA a todos sus fieles seguidores. Comenzó a forjarse el futuro de las tribus californianas, y comenzaron las aventuras para conocer el mundo navegando a bordo de El Don hacia las paradisiacas islas del Mar de Cortés. Las arenas blancas de las playas que son inundadas por aguas cristalinas que dan la impresión de ser color turquesa; la belleza de sus ensenadas escondidas entre montes de la Isla del Espíritu Santo, San Francisquito y San José, especialmente de Ensenada Grande y el Candelero; su abundante y muy diversa fauna marina que ofrece un maravilloso espectáculo; la pesca bendita que aporta los más preciados, exóticos peces y mariscos por su textura, frescura y exquisito sabor, preparados por manos expertas del cocinero, chef a bordo, puestos en la mesa. Esto y más se sigue apreciando en el “Acuario del Mundo”, que hasta la fecha sigue siendo resguardado por su diosa QUIANA y que en numerosas veces podemos sentir su presencia cuando en el horizonte del mar vemos brincar con alegría y regocijo a las mantarrayas más famosas del Mar de Cortés, las Móbulas Munkianas.